

Una manera muy interesante de adentrarse en el territorio ceutí de forma sencilla puede ser tomando un autobús para una excursión de un día desde la costa española. Este trayecto asegura paradas en la plaza de África, a la vera de su bahía, serpentea al lado del monte Hacho y en la cala del Desnarigado.
Esta primera toma de contacto, sirve para quitarse de encima cualquier tipo de prejuicio que se haya podido cargar en la mochila antes de comenzar el viaje. Una vez relajados y dispuestos para el relax, una taza de alguno de los tés fuertes y llenos de sabor, abre el apetito para salir en busca de más.
Es en ese momento, cuando se percibe, en toda su intensidad el influjo del mestizaje español y árabe, en la confluencia del Atlántico y el Mediterráneo, y el significado completo de ese sobrenombre de La Perla del Mediterráneo.
Llama la atención la arquitectura de la época colonial española, entremezcladas con las construcciones tradicionales árabes de este tipo de territorios. Muros blancos, calles estrechas y pequeñas plazas, cada una de ellas con su propio ambiente de intimidad que llama al reposo y la conversación con el olor cercano del mar.
La mezcla de culturas se nota a cada paso, encontrando en el camino iglesias, mezquitas, sinagogas e incluso un templo hindú, todos ellos aún vivos y con su propia comunidad religiosa.
La arqueología de Ceuta sigue la misma línea de mezcla y diversidad, comprensible teniendo en cuenta su privilegiada posición estratégica. Casas medievales, baños árabes y basílicas tardorromanas son más que pinceladas de su importancia a lo largo de la historia.