
Se trata de toda una red de túneles subterráneos que constituyen uno de los cementerios más famosos de la ciudad: Las catacumbas.
Su existencia se remonta a la época de los romanos, aunque en esa época eran minas de piedra caliza. Pero su función cambió a final del siglo XVIII, cuando se convirtieron en un cementerio.
Fue precisamente en el año 1786 cuando se tomó la decisión de convertir lo que ya eran unas gastadas minas en cementerios. La razón es que el exceso de huesos en los cementerios de París más antiguos, como Les Halles, y otros más modernos como Montparnasse o Montsouris; causaba olores muy desagradables y contribuía a extender enfermedades. De ahí que desde el gobierno se tomase la decisión de mover los huesos a otro lugar.
Se cuenta que el gobierno no quería que la población se enterase de lo que se hacía con los huesos, por lo que los empleados trabajaban moviendo los cuerpos por la noche.

Entre la historia más truculenta de París, hay historias que hablan de que antes de la Revolución francesa, Carlos X celebraba unas fiestas impresionantes en este lugar.
En cualquier caso, las catacumbas no solo han servido de cementerio, ya que durante la Segunda Guerra Mundial se utilizaron como escondite y cuartel de la Resistencia francesa.
Y eso que nada más entrar a las catacumbas una advertencia resuena en las mentes de los visitantes, y dice algo así: ¡Alto! ¡Está entrando al imperio de los muertos!
Una vez dentro, el paseo tiene tramos un tanto espeluznantes, ya que se recorren túneles y túneles en los que se pueden ver alrededor de cinco millones de huesos.
Un número nada despreciable, teniendo en cuenta que solo se visita una kilómetro de las catacumbas, aunque el recorrido total se extiende a lo largo de cientos de kilómetros.
Se puede obtener más información en el teléfono 01-43-22-47-63. El horario de apertura es de 14 a 16 horas de martes a viernes y de 9 a 11 y de 14 a 16 los sábados y los domingos.
Imagen: luisvilla
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