

Es el caso de Marken, un lugar que dejó de ser isla en 1959, cuando, en el proceso de ganar terreno al mar, se construyó un dique que la unía a tierra firme. Actualmente, hay una carretera que nos permite circular sobre este istmo (artificial, eso sí) contemplando un paisaje precioso. A los lados de la carretera se puede disfrutar de la vista del lago Ijsselmeer, con las casa de Marken al fondo.
Se trata de una interesante muestra de la arquitectura de las aldeas holandesas, con casas de madera, de una o dos alturas y un tejado a dos aguas. Si avanzamos un poco más y seguimos el recorrido hasta llegar a Volendam, la localidad vecina, encontraremos este mismo estilo de casa, que suelen estar pintadas en unos colores verdes bastante intensos, que contrastan con el blanco de las ventanas.
Una de las mejores formas de conocer estos pueblos y aldeas, muy diferentes de Amsterdam, pero que guardan la esencia del espíritu holandés, es pasear por sus calles y callejones, contemplando cada uno de los rincones de las casas. Los jardines y sus adornos, los curiosos llamadores de algunas puertas... A pesar de ser menos conocidas que Amsterdam y otros núcleos urbanos, estos pueblos también reciben a bastantes visitantes, por lo que la mejor hora para dar un paseo es el atardecer, cuando casi todos se han marchado y se puede disfrutar con más tranquilidad.


Y para los que huyen de las aglomeraciones y los turistas, nada mejor que una visita a Edam (pueblo que algunos conocerán por su queso de bola, al que se dedica un mercado los miércoles), antiguo puerto ballenero, mucho más tranquilo e igualmente interesante.