

Un destino realmente atractivo es Trinidad de Cuba, una villa que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad y que guarda la esencia de su historia de forma sorprendente.
Una de las mejores formas de conocer esta villa, que se encuentra a medio camino entre las aguas caribeñas y las montañas del Escambray, es pasear por sus calles, recorrer paso a paso todos los lugares que están llenos de historia, escuchar las leyendas y apreciar el sabor histórico que nos cuenta a cada paso.
Está llena de construcciones de gran valor arquitectónico, testigos del pasado colonial que aún sigue muy presente en las tradiciones y la cultura de la zona.
Trinidad de Cuba se fundó en 1514, y creció de forma estable hasta que gran parte de la población se fue a la conquista de México de la mano de Hernán Cortés. La pérdida de población alcanzó unos niveles tan importantes que en 1544 estaba oficialmente despoblada. Durante los siglos siguientes, sufrió muchos asaltos de piratas.
Pero los malos tiempos fueron pasando y a finales del siglo XVIII y principios de XIX alcanzó un importante esplendor, dedicándose a la producción azucarera. Este tiempo de bonanza se refleja en el renacer de la villa, en la que sus habitantes se decantaban por el lujo, y se hacían importantes encargos de cristalerías, vajillas y todo tipo de productos para satisfacer caprichos de lo más exquisito.


La crisis económica que siguió a esta etapa unida a la posterior Guerra de Independencia de los Diez Años complicó la situación.
Pero por suerte, supo renacer y en 1998 la UNESCO la declaraba Patrimonio de la Humanidad, con su arquitectura colonial, sus palacetes, sus ventanas trabajadas con herrería, sus patios interiores. Todo un viaje a través de la historia.