
En la pequeña localidad de Tabor, los edificios conservan gran parte del encanto original y de la arquitectura tradicional checa. También la estructura del pueblo se ha mantenido casi intacta: una gran plaza en el centro con la iglesia, rodeada de pequeñas calles muy tranquilas.
En la iglesia se encuentran las diversas reliquias relacionadas con el famoso general Zizkov, así como abundante información sobre las guerras husitas y los símbolos de la ciudad, eso sí, sólo en checo. Aún y con ésas, es un lugar indudablemente interesante, especialmente por lo que respecta a los sótanos, que se pueden visitar pagando un pequeño suplemento. En los pisos bajos de la iglesia se escondieron los rebeldes husitas durante las diversas etapas de la rebelión contra los papas de Roma. Afortunadamente se encuentran casi intactos.
Pero lo que el viajero no debe perderse cuando viaje a Tabor son los restos del castillo gótico construido en la segunda mitad del siglo XIV por el rey checo Premysl Otakar II.
En la época en que Tabor se erigió como cuartel general de la revolución husita, la fortaleza fue conectada a la ciudad a través de la fortificación que ambas compartían para protegerse de los invasores.
Se demolió en parte en el siglo XVI: la mitad se convirtió en fábrica de cerveza en el siglo XVII y el resto se fue perdiendo poco a poco debido a las construcciones posteriores sobre la propia estructura del castillo. Sin embargo, la torre aún se conserva y es la más antigua torre de batería en la República Checa.
El castillo de Tabor, aun y siendo menos espectacular que el de Karlstejn, tiene a su favor que es mucho menos turístico, los precios son más bajos y se puede visitar en cualquier momento del año debido a la menor afluencia de visitantes.
Tabor es, pues, un destino para aquellos que quieran conocer de cerca la vida checa de las regiones del campo, más allá de los lugares eminentemente turísticos de los alrededores de la capital.
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